miércoles, 1 de mayo de 2013

Felicidades, mamón


El arquitecto se hace una morcilla en una sartén vieja. El fondo está tan rallado que ha dejado de ser negro. Su gusto por las cosas bellas no incluye los utensilios de cocina, algo que la escritora de libros de autoayuda no entiende.

Ella le mira con desaprobación mientras hace malabares para que las habas no le queden crudas y no se le queme la cebolla.

Lleva días de mal humor.

Lleva días llorando sin saber realmente por qué, y enfadándose violentamente; rompiendo cosas y abriendo la puerta para irse, y volviendo a llorar, aullando y aullando al no saber a dónde.

Él no entiende nada y se agobia. Se enfada, pero no sabe si es porque ella le culpa o porque se siente culpable.

La mira, cómo va de un lado a otro en la cocina, diciéndole autoritariamente deja de picar de ahí, no ves que hay pocas habas, y viendo cómo ella misma pellizca trocitos de jamón y trocitos de cebolla, contradiciendo su propia orden.

Le saca de quicio.

Querría mandarla a la mierda mucho más a menudo, pero incluso a una persona belicosa como él le da pereza lidiar con sollozos, kleenex y cruces.

Así que emplea el humor.

Un humor negro como una vieja chimenea que le escupe en la nuca mientras ella hace saltar las habas en los fogones.

Ella no responde.
Él no insiste.

- No me has dicho nada de la fiesta de anoche - dice él.
- He empezado a decirte pero me has cortado. Bueno, no sé qué contarte, fue bien.
- ¿Ya está? ¿Sólo bien?
- Sí... había música, comida, cerveza, no sé, y estaban todas... De los chicos, sólo Alfredo.
- ¿Sólo había un tío en toda la fiesta?
- Claro que había más, quería decir de nuestro grupo.
- ¿Qué otros tíos había?
Ella frunce el ceño, agarra el mango de la sartén y de repente su mano parece transparente.
- Odio estas malditas preguntas, parece que me estás aplicando el tercer grado. ¿No confias en mí? ¿Tan poco confías en mí? ¿No me contestas? ¿Nada?
- Seguro que te tiraron los trastos.
- Nadie me tiró los trastos, maldita sea.
- ¿No? ¿No te estuviste enviando mensajes con tus colegas psicólogos, o con algún desequilibrado de esos que tanto te gusta curar?
- ¡NO! ¡No lo hice, mierda!
Silencio.
- ¿Te importa que me siente a comerme la morcilla?
- No.

Él se sienta. Al poco se sienta ella.

Comen. Fútbol en la tele.

Ella piensa que siempre está puesto el fútbol en la tele. Que en la vida se ha visto un drama romántico en esa casa.






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