Hoy me he levantado echando de menos mi pelo y sintiéndome gorda. No gorda, pero no delgada. No atractiva, en definitiva. Cuento los meses que me quedan para tener un pelo decente. No quiero ni contarlos. Me vuelvo a cagar en esa zorra puta hija de perra que me cortó el pelo - mira que cuando le vi la pinta de quilla que tenía ya supe yo que era un error. Me cago en mí por ir ese día a la peluquería, más que por raparme el pelo- pienso por dónde llevaría ya el pelo si no hubiera ido a retocármelo, si no hubiera coincidido con luna nueva.
Quiero estar delgada porque a mi cuerpo le sienta fatal el pelo corto.
Quiero estar delgada porque nunca salgo bien en las fotos.
Quiero estar delgada porque podría llevar todas esas cosas.
Quiero estar delgada porque quiero ser excepcional.
Me boicoteo continuamente, comiendo cosas que sé que no me convienen. Atentando contra mis resoluciones y mi fuerza de voluntad, como si me autocastigara, como si buscara perder la confianza en mí misma. Porque es más fácil no hacerlo. Es más fácil no tener confianza en uno mismo, no luchar. No luchar por ser lo que se quiere ser, en todos los aspectos. Es más fácil dejarse llevar.
No me imagino encima de un escenario.
No me gusto encima de un escenario.
Querría que quitaran esa entrevista de ahí. Y la otra. Y ese acústico. Querría que me hicieran el favor de sacarme de ahí.
Fea. Fea. Fea.
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