martes, 12 de marzo de 2013

Día 13. 23:59h. Picoteando


Desde la calle no se ve más que el techo con los farolillos de colores y la lona verde botella de ribete blanco, limpia y planchada, recogida a los lados del balcón. Da la impresión de hacer un tiempo mucho más amable ahí arriba, tiempo de cóctel de frutas, de brisa marina y vacaciones, y no deja de ser un tercero en el barrio de Gracia, pero yo no veo más que el techo desde la calle. Siento la ilusión que los inquilinos sintieron por decorar su terraza y hacer de ella un santuario tropical con una lona verde para resguardarlos del monzón, y miro hacia arriba cuando de verdad hace sol buscando signos de vida - un pie que se asome a través de la barandilla, un dedo deshaciéndose de la ceniza muerta del cigarro - con la intención de envidiarles, para reflejarme en la visión que tengo de cómo se debe estar ahí arriba, pero curiosamente cuando hace más calor ellos cierran la lona. Se protegen de las miradas de los vecinos.

Hoy me ha entrado la bajando de ver Melinda y Melinda, aunque en realidad creo que no tiene nada que ver que fuera precisamente esa película, creo que ha sido al mirar hacia arriba y ver un balcón muy bonito, con luces blancas de collar, como antorchas controladas, como una terraza de playa en verano... no veía nada de lo que ocurría porque estaba muy alto: sólo el techo, por la perspectiva, con sus luces y su lona verde botella de ribete blanco, muy cuidada y limpia, y me imaginaba la ilusión que tuvieron que ponerle al balcón sus inquilinos y el microclima tropical del que deben disfrutar con cassettes de sonidos del mar y las gaviotas. Me los imaginaba en ese momento tomándose unos cócteles de fruta y durante el día recibiendo mucho sol, un sol muy agradable, y he pensado - y todo esto ha ocurrido en una milésima de segundo - en si debían verles los vecinos tomando el sol. Luego he vuelto a pensar en la lona y en cómo se debía desplegar para que no les vieran... Qué tontería, tener un balcón para taparlo. Qué tontería de prioridades.

Va por la calle y piensa que va a salir un coche de la nada literalmente, de en medio de la carretera, y le va a atropellar; como una pesadilla recurrente que no llega nunca al terror.

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