martes, 26 de marzo de 2013

Hombre de Acción



La cosa se mueve de una manera extraña, como gelatina. Ondula hacia arriba con parsimonia. Hace un ruido como el que hace el vello al quemarse. Crrrijjkkk.

Desde el balcón lo observo con pasamontañas. Temo que me reconozca. En el piso de enfrente hay una rendija, brilla un ojo, una lengua se cuela entre las pestañas de la persiana.

La calle da vueltas abajo. Vivo en una rotonda, no, no vivo en una rotonda, tengo fiebre, como pan duro, hace días que no se oye nada más que crrrrrjjk. Se suponía que tenían que traer el robot ayer, y sigo esperando aquí, sin moverme. La casa se ha vuelto un desierto de pelo, las dunas no me dejan acceder a la puerta, temo morir de inanición y si es posible, de unanimidad. Es inversamente marsupial. Los vecinos parecen llamar a su propio timbre, una y otra vez, cada vez que pulsan el botón se desprende del techo un polvillo como escamas de emperador, pero no hace ruido. Me miran

Todos mis deseos de expansión se han visto truncados: el techo tiene pinchos. Las alcachofas de metal juegan a las mamás.

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