Hoy me he vestido para alguien a quien ni siquiera dirijo la palabra. La idea inicial era estar tan espectacular - tan natural, tan sofisticada, tan sexy (y lo he conseguido - sería peor la falsa modestia) que se muriera al verme. Ah, se siente. No soy suya, señor, se siente.
Y lo he conseguido. Le he visto dirigirme un par de miradas furtivas, que no venían a cuento a menos que quisiera echar un buen vistazo al cuerpo entero. Incómodo como estaba cuando me acercaba (incómoda yo también, la noche entera). Aún así. Y sé que le ha gustado lo que ha visto- lo sé. Lo conozco un poco.
Pero, pero todo ese tiempo pensaba en el por qué del derroche de energía. Y no hablemos de mis pies, destrozados por los preciosos tacones - tan a juego con el bolso. Por qué estaba tan pendiente de gustarle? Por qué de MIS miradas furtivas? Por qué, vuelvo a repetir, he estado tan pendiente de gustarle a alguien a quien no considero digno siquiera de mi conversación?
Me he imaginado follando con él. Me he acordado de la imagen de mí, de pie frente al espejo de cuerpo entero de su salón, desnuda con los brazos en cruz, él sosteniéndome por las muñecas, mis piernas abiertas, él detrás mío metiéndomela.
Y no es porque fuera el mejor amante que he tenido. Fue un buen amante, pero no inigualable. Creo. Es por el tabú.
Con C no me pasa porque con él nunca hubo química sexual. Pero parece que en cuanto el deseo carnal y el desprecio personal se juntan, si no fuera por mi orgullo, acabaría en la cama de algún que otro desgraciado más de una vez. Y lo disfrutaría. Lo disfrutaría enormemente por ese jodido tabú. Hasta que alguien se corriera, claro, entonces me sentiría fatal.
Me ha pasado antes. En cuanto había algún impedimento social/moral de por medio, el sexo se hacía mucho, mucho más excitante. Y si ese impedimento ha sido lo suficientemente importante, como por ejemplo, tener novio, luego no ha fallado, me he odiado por sucumbir.
Me cuesta concebir la vida sin ese tipo de excitación - sin ese NIVEL de excitación. Durante mucho tiempo he aceptado la dicotomía, el extremo placer y la extrema consecuencia (la gran pena), pero últimamente me siento demasiado bien, y equilibrada, como para andar jodiéndome a mis espaldas. Otra vez, quiero decir. Sin embargo, no digo que ninguna de estas dos cosas estén mal. No me he decidido por la estabilidad. Me da miedo decidirme por ella y perderme la gloria y la mierda del lado salvaje.
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